Los venezolanos y la evolución de la consciencia libertaria

La imagen del bolivariano libertario es iluminación para la conciencia. La acción y el pensamiento, y la audacia histórica, constituyen su advertencia para quienes pensamos, con Marx, que no basta con que interpretemos el mundo, sino que debemos cambiarlo, transformarlo y alterarlo evolutivamente.


Esta imagen nos plantea de la necesidad de recrear permanentemente el modo de ser. Tarea dificultosa. Tenemos el deber de meditar sobre ese principio, tomado muy poco en cuenta por los revolucionarios socialistas del presente.

Veremos en este artículo un tema central del pensamiento político cultural del naciente Pensamiento Bolivariano. Pero, comencemos, recordando un principio indispensable en la mente y la acción de los que tienen ya conciencia clara en la transformación socialista de éste país y de América en general.

Un bolivariano surge al creer su deber combatír por la liberación de los países de nuestro continente, porque, ya no piensa en términos nacionales, sino supranacionales: La patria es la América toda, y la ambición profunda del bolivariano es liberar al continente entero sometido a la tiranía histórica del régimen capitalista, que unas veces se disfraza de gobiernos despóticos y sangrientos y otras se disimula a través de gobiernos aparentemente democráticos.

Incluso, más que en términos americanos, el bolivariano piensa igualmente en términos mundiales. Estas ideas básicas se encuentran, por ejemplo, en El Socialismo y el Hombre en Cuba, uno de los documentos más importantes del pensamiento socialista contemporáneo.

A partir del momento en que decide pelear en el plano del entendimiento, el bolivariano va elaborando periódicamente síntesis en las que expresa sus ideas directrices sobre los problemas de la revolución y del socialismo. Esos documentos pasan a la posteridad del pensamiento revolucionario. Pues bien, en el documento mencionado, podemos captar una intuición, que más que premonitoria es el conocimiento exacto de nuestro propio destino.

Antes de ir al combate social se debe saber que: "El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se consume en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se lógre en escala mundial. Si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida del internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables en el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber, pero es también una necesidad revolucionaria. Así educamos a nuestro pueblo".

Cuando hablamos de la necesidad de no sumirnos en la "cómoda modorra" no debemos interpretarlo, como hacen algunos que permanecen con la mirada en el país donde ha prendido ya la revolución, como dirigentes, algo así como adormilados sobre los laureles, disfrutando de los beneficios del triunfo y del poder.

Por el contrario, quedarse así implica todo lo contrario, para un ser esencialmente inquieto e infatigable como un pensador revolucionario, que se mantiene en medio de un trabajo contínuo, agotador, diario y permanente; pues, como se sabe, el lugar donde labore un bolivariano, tiene siempre las luces encendidas hasta bien entrada la madrugada. Pero, además ocurre que se siente llamado por una vocación mucho más compleja, ambiciosa, elevada y posible, la de salir a combatir fundamentalmente en el terreno de las ideas (y de la acción colectiva), por todos los pueblos de América, para superar el nivel local de la revolución. Para ello cuenta con recursos inéditos, alternativos, en la era de la globalización.

Si trascendemos, sin desdeñarla, pero en otra era más avanzada del pensamiento revolucionario, la expresión históricamente algo ambigua del 'internacionalismo proletario', nos queda una semilla que conserva su vigencia. El esquema, válido para el siglo antepasado europeo, según el cual la clase proletaria es la única elegida históricamente para derrumbar el capitalismo, hay que superarlo en una formulación más dinámica y amplia, que envuelve a todas las capas sociales con potencial de rebelión, entre las cuales figura, por supuesto, en un lugar privilegiado la clase proletaria, la clase trabajadora.

Y en cuanto al internacionalismo propiamente dicho, la experiencia demuestra que no debemos entenderlo sólo como el hecho de sembrar focos en cada nación americana o del mundo, en el sentido de "uno, dos, tres Vietnam". Por ejemplo, el fenómeno cubano, es irrepetible en sí mismo y cualquier revolución en otro país del continente, forzosamente, y por razones originarias, tiene sus características propias; pues no es lo mismo luchar contra un gorilaje de cachucha y botas, que contra un gobierno democrático representativo. Y es muy distinto el caso venezolano con su democracia participativa, no excluyente y defendida por un pueblo sobre una base civico-militar.

El enemigo grande a nivel ínternacional es el mismo, pero no debemos caer en el error común de la lucha abstracta, mitológica, contra el imperialismo capitalista.

Los dirigentes socialistas latinoamericanos, y en particular los venezolanos, tenemos que comprender que la palabra 'revolución' es abstracta, que no nos sirve para nada si no la llenamos con un contenido concreto; contenido que no debemos considerar meramente "nacional" sino regional. Porque, si hay una idea específicamente burguesa, es precisamente la idea de 'nación'.

Los socialistas no podemos perder de vista las experiencias históricas, tanto las triunfantes, como la cubana y la venezolana, como las fracasadas, al estilo de Chile. Esto no significa que tengamos que quedarnos con los brazos cruzados, pasivamente, a la espera de que se produzcan revoluciones en los demás países. Ahí está el caso de Nicaragua, donde no está planteada una revolución socialista en el estricto sentido, pero sí una lucha de liberación, una guerra popular en la que los socialistas de toda América deben intervenir, fundamentalmente, en la guerra ideológica.

Tarde o temprano, en muchos de nuestros países, se ha ido planteando una guerra popular y los socialistas deben hacer acto de presencia, no para crear "focos" cuya victoria va a producir mágicamente la revolución, sino para ayudar a los pueblos a liberarse de tiranías y dinastías. Es decir, ayudarlos a superar etapas históricas, como la única manera de ponerlos a las puertas de su revolución socialista. Se trata de vencer al capitalismo con sus propios fetiches, símbolos, mitos, creencias y medios de difusión de la ideología.

Un bolivariano ha de andar siempre empeñado en la elaboración de un socialismo original, no sólo en el sentido del análisis y reformulación del pensamiento general socialista, en las condiciones específicas de cada pueblo americano, sino también en el sentido de no caer, obviamente, en los mismos errores que han arrastrado durante décadas los diversos socialismos existentes.

Uno de los errores más graves cometidos en casi todas las revoluciones socialistas es el de descuidar o dejar en segundo plano el fundamental problema del desarrollo de la conciencia.

Se ha creído que basta con realizar la transformación en el orden material económico, bajo la presunción de que de su transformación se desprende, como por arte de magia, la transformación de la conciencia.

Eso no es sino materialismo grosero, muy alejado del materialismo marxista; un burdo economicismo, creer que la conciencia de los individuos es algo así como un mero agregado de nociones. Creer que la llamada "superestructura" no es sino un reflejo pasivo de la estructura socioeconómica.

Por descuidar este plano fundamental, las revoluciones socialistas se han encontrado con que, después de décadas de transformaciones económicas, la conciencia individual, en cada persona, permanece casi igual que antes de la apertura revolucionaria, con los mismos criterios y motivaciones capitalistas de ayer y entendiendo la 'ley del valor' desde el punto de vista de la ambición capitalista de obtener el máximo beneficio particular.

Es más, se ha creado una nueva forma de capitalismo, que dentro del pensamiento marxista desarrollado en Venezuela, entendemos como 'capitalismo ideológico', consistente en la acumulación, por parte de la clase dirigente y dominante --en este caso, la burocracia--, del derecho a manejar las ideas revolucionarias como si fuesen una propiedad privada; como si fuesen un derecho exclusivo de quienes controlen el poder. Idea sobre la cual el Comandante de esta revolución ha sido bien claro, preciso y contundente: nada ni nadie tiene el monopolio de las ideas.

Eso ha tenido que ocurrir así, porque sólo mediante el terrorismo ideológico se puede controlar la conciencia de un pueblo al que no se le ha dejado crecer mentalmente libre y con capacidad crítica. Lo cual para nosotros los bolivarianos es, en principio, inconstitucional.

Semejante postura se explica, porque en tales revoluciones se sacrifica siempre al individuo humano en beneficio de un principio colectivo mitológico. Pero, la experiencia histórica nos demuestra cada día más, que no hay manera de encarnar ese principio colectivo abstracto si no reforzamos al máximo el desarrollo de cada individualidad.

A través de la dialéctica del proceso revolucionario, mientras más progresan las individualidades como tales, mayor es su capacidad para consagrarse al bienestar colectivo. Es en la sociedad capitalista donde el llamado "desarrollo personal" tiene un sentido egoísta y privativo.

El pensamiento bolivariano debe mantener el énfasis sobre ese problema. En el ensayo, El socialísmo y el hombre en Cuba encontramos una apología crítica sobre la necesidad del desarrollo de la conciencia individual como único medio de integración real a la causa de la revolución socialista. Por eso Ernesto Guevara habló del 'hombre nuevo' o del 'hombre del siglo 21'.

Por consiguiente, el bolivarianismo retoma esas reflexiones sobre la necesidad de llevar la revolución al plano de las conciencias. El Che --porque previamente lo vivió en carne propia, como ministro de economía-- fue el primero en darse cuenta de que, las grandes transformaciones económicas y sociales de la revolución cubana no iban inicialmente acompañadas del desarrollo paralelo de las conciencias, que seguían espiritualmente en la órbita del capitalismo.

Como buenos lectores del primer tomo de El Capital de Marx, podemos igualmente razonar que: "La mercancía es la célula económica de la sociedad capitalista; mientras exista, sus efectos se hacen sentir en la organización de la producción y, por ende, en la conciencia".

Esas formulaciones se relacionan con un pasaje de la obra de Marx muy poco utilizado, a pesar de su importancia para refutar a ciertos críticos burgueses que ponen en duda la 'ley del valor'. Marx habla allí, de que hay cosas, como la conciencia, que, sin ser formalmente mercancías pueden tener un precio; el honor no es una mercancía, pero los capitalistas lo mercantilizan, lo mismo que la conciencia total del individuo.

Podemos ir más allá. En la sociedad capítalista no es necesario que la conciencia haga ningún esfuerzo especial de cobardía o egoísmo para convertirse en mercancía; el propio sistema capitalista nos oblíga a todos a pensar en términos mercantiles, a producir 'plusvalía ideológica'.

El capitalismo produce 'individuos-mercancía'. Contra la supervivencia de ese 'ser-mercancía' El Ché Guevara lanzó un fuerte ataque, porque bien pronto comprendió que la conciencia no se desarrolla espontáneamente al simple contacto con el desarrollo material.

La conciencia es una órbita autónoma, es todo lo dependiente que se quiera del orden material existente; pero, en sí misma, es totalmente autónoma. Y lo que se dice de la conciencia se dice del individuo humano.

El individuo, dice Guevara, es el "actor de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo, en su doble existencia de un ser único y miembro de la comunidad".

Esa sola propuesta representa un avance en la concepción de la táctica y la estrategia del socialismo. Por consiguiente, proponemos a los pensadores venezolanos meditar sobre esta problemática, porque una de las cosas que más asustan al electorado --sometido como está-- al bombardeo de la propaganda capitalista, es precisamente el miedo a apoyar con el voto una concepción del mundo y de la sociedad en la que supuestamente hay que sacrificar la individualidad en beneficio del principio colectivo.

Por eso nos anima comprobar que muchos luchadores sociales comienzan a afirmar que, todo socialismo donde se sacrifique la individualidad personal en aras del principio colectivo es contrario al género humano.

Con respecto a la individualidad en cada quien, dijo el Che: "lo más sencillo es reconocer su cualidad de ser no hecho, de producto no acabado. Las tareas del pasado se trasladan al presente en la conciencia individual y hay que hacer un trabajo contínuo para erradicarlas. El proceso es doble, por un lado, actúa la sociedad con su educación directa e indirecta; por otro, el individuo se somete a un proceso consciente de autoeducación".

Esto último es también sumamente importante, porque no tenemos por qué pensar que el desarrollo de la conciencia deba ser simplemente un esfuerzo de unos cuantos dirigentes que, desde el aparato estatal, guíen arbitrariamente, en ningun momento de las luchas populares, la educación del pueblo. En consecuencia, a ese esfuerzo tiene sumarse el trabajo de base en las comunidades, con el esfuerzo individual de cada quien, la voluntad de autosuperación.

Es esa voluntad de autoeducación lo que ha de fomentar el Estado, que debe crear y garantizar la igualdad de condiciones y proveer los recursos, para todos, sin exclusiones de ninguna índole. Por supuesto, el Estado que a su vez es integrado por individuos capaces que saben autosuperarse. Se trata de un circuito dialéctico.

La nueva sociedad en formación tiene que competir duramente con el pasado. Esto se hace sentir no sólo en la conciencia individual, sobre la que pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del individuo, sino también por el carácter mismo de éste período de transición con persistencia de las relaciones mercantiles.

Mucha razón tuvo el Ché al enfatizar sobre las magnitudes de esta problemática. Por su gran visión, supo tomar tempranamente conciencia de una situación que sigue aún planteada en la revolución continental; aunque es justo decir que se ha ido resolviendo, pues, el grado de conciencia política ha aumentado en las poblaciones donde el socialismo se desarrolla, tanto en las generaciones más viejas como, por supuesto, en la última generación, naciente dentro del socialismo.

Desde 1974 en Matanzas, Cuba, se inició la experiencia denominada 'poder popular', como forma de autogestión, y dos años después se evaluaron sus resultados, tan exitosos que se decidió aplicarla a toda la población. He ahí un aspecto poco difundido en nuestro medio que muchos ignoran, pero estamos viendo en la praxis, tras experiencias similares locales.

En una encuesta sociológica destinada a medir el grado de cultura política de los cubanos, en aquellos tiempos, el resultado fue alentador. El grado de conciencia había aumentado. No se sentían tanto los residuos del viejo capitalismo. Los bolivarianos tenemos entonces el deber de advertir a tiempo el peligro de no prestar la debida atención al desarrollo de los individuos y su conciencia.

Es aquí donde se inserta la idea persistente en El Che, y proseguida en el proceso histórico de la revolución continental por Hugo Chávez, de la creación del 'hombre nuevo':

"Para construir el comunismo --escribe el Che-- simultáneamente con la base material hay que hacer al hombre nuevo".

Fijémonos en lo que plantea: "simultáneamente con la base material". Quiere decir que el problema del desarrollo de una nueva conciencia hay que afrontarlo desde el comienzo mismo de la revolución y de ser posible antes. Se comprenderá entonces el gran esfuerzo realizado por Chávez en la difusión de estas líneas de acción.

En todo caso, todo esfuerzo que hagamos los bolivarianos para transformar la estructura productiva tenemos que acompañarlo de otro esfuerzo paralelo para transformar las relaciones de producción.

El término 'relaciones de producción' tiene en la obra de Marx un muy sentido amplio, no limitado exclusivamente a la órbita de la producción económica. Lo prodigioso de la obra económica de Marx reside en esa virtud de haber formulado unas categorías económicas que tienen también una aplicación no sólo económica, porque alcanzan a la totalidad de las relaciones sociales.

En las 'relaciones de producción' se incluye todo tipo de producción humana, incluso la producción artística y la intelectual, así como también todos los tipos de trabajo que Marx llamó 'no productivos', en el sentido de que no generan directamente plusvalía --al menos plusvalía material.

Podríamos reconstruir la historia de la humanidad, teniendo como guía las distintas relaciones de producción que han ido apareciendo a lo largo del tiempo histórico. Y nos preguntamos, si los socialismos actuales han alcanzado un tipo de relaciones de producción que sean realmente socialistas.

Por eso debemos preocuparnos, igual que el Che, igual que Fidel, igual que Chávez, por la formación de la conciencia socialista y el progreso de un nuevo tipo de individualidad; porque, sin ambos elementos es imposible practicar el viraje histórico radical en las relaciones de producción.

El desarrollo pleno de nuestra individualidad es lo único que puede garantizarnos nuestra participación, libre y activa en el trabajo social o empresa colectiva --tal como ya lo plantea nuestra Constitución Bolivariana.

Observemos lo que dice Guevara al respecto: "En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada; no podría estarlo nunca, ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de educación les hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones, los hay que aún dentro de este nuevo panorama de marcha conjunta, tienen tendencias a caminar aislados de la masa que acompañan. Lo importante es que los individuos van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo, de su importancia como motores de la misma".

Y más adelante añade: "El hombre, en el socialismo, a pesar de su aparente estandarización, es más completo; a pesar de la falta del mecanismo perfecto para ello, su posibilidad de expresarse y hacerse sentir en el aparato social es infinitamente mayor". "El hombre comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado, del trabajo realizado".

Todas estas cosas podemos afirmarlas: "basados en la apreciación marxista de que el hombre realmente alcanza su plena condición humana, cuando produce sin la compulsión de la necesidad física de venderse como mercancía".

Fijémonos ahora en un punto que es de la mayor importancia y es nos posible formular sobre estas palabras del Che: "Esto se traducirá concretamente en la reapropiación de su naturaleza a través del trabajo liberado y la expresión de su propia condición humana a través de la cultura y el arte".

De modo pues que, ya en el pensamiento guevarista, la cuestión de la cultura y el arte constituye la prioridad fundamental. Esto no viene tan sólo de ser, como él se consideraba, un "poeta fracasado", sino sobre todo de la clara conciencia del papel revolucionario que tiene el arte como factor de expansión de la conciencia y de la sensibilidad.

"Desde hace mucho tiempo -escribió el Che- el hombre trata de liberarse de la enajenación mediante la cultura y el arte. Muere diariamente las ocho y más horas en que actúa como mercancía, para resucitar en su creación espiritual".

Ahora bien, el arte en el socialismo tampoco hay que verlo como una labor que sea preciso controlar desde el Estado, para ponerla ciegamente a su servicio. El arte es el campo, el dominio de la libertad y las formas artísticas, por el hecho mismo de ser bellas o estéticas, son revolucionarias. Lo son, no por un presunto contenido ideológico socialista, sino simplemente por ser bellas; porque con su belleza amplían la sensibilidad de los individuos y, por ende, su conciencia. Todo lo que tiende a crear y expandir la conciencia es revolucionario en sí mismo.

Por eso la revolución socialista no se puede cerrar al patrimonio cultural y artístico del occidente cristiano y pagano, por estar éste repleto de obras de creación cuyo sólo conocimiento contribuye a aumentar la conciencia de los seres humanos. Esto da una pista de la defensa del cristianismo, más allá de la ideología religiosa, ya sea católica, evangélica, ortodoxa, etc. Y del por qué ponemos más atención en la vida de Jesús de Galilea como revolucionario de carne y hueso, y del Cristo redentor como símbolo ético, descartando el mito del Dios supremo o de la "Santísima Trinidad", al que reproyectamos en la soberanía del pueblo y en la divinidad compartida de cada quien al obrar solidariamente.

De ahí que el Che la emprendiera directamente contra formas como el llamado "realismo socialista", que en lugar de ser el producto de la libre imaginación pretendía calcar la realidad, a fin de hacerle apología al régimen existente en la Unión Soviética.

Por el contrario, propuso: "hacer del arte arma de denuncia".

He aquí las palabras conque el Ché Guevara elaboró su diagnóstico histórico sobre este fenómeno:

"Cuando la revolución tomó el poder se produjo el éxodo de los domesticados totales; los demás, revolucionarios o no, vieron un campo nuevo. La investigación artística cobró nuevo impulso. Sin embargo, las rutas estaban más o menos trazadas y el sentido del concepto 'fuga' se escondió tras la palabra 'libertad'. En los propios revolucionarios se mantuvo muchas veces esta actitud, reflejo del idealismo burgués en la conciencia. En países que pasaron por un proceso similar se pretendió combatir estas tendencias con un dogmatismo exagerado. La cultura general se convirtió casi en tabú y se proclamó el summun de la aspiración cultural una representación formalmente exacta de la naturaleza, convirtiéndose ésta, luego, en una representación mecánica de la realidad social que se quería hacer ver; la sociedad ideal, casi sin conflictos ni contradicciones, que se buscaba crear".

Y añade luego: "Se busca entonces la simplificación, lo que entiende todo el mundo, que es lo que entienden los funcionarios. Se anula la auténtica investigación artística y se reduce el problema de la cultura general a una apropiación del presente socialista y del pasado muerto (por tanto, no peligroso). Así nace el realismo socialista..."

Y también se preguntaba el Ché: ¿Por qué pretender buscar en las formas congeladas del realismo socialista la única receta válida?. Por otra parte, Guevara mantuvo una actitud crítica con respecto a los poetas y artistas cubanos del momento. Le parecía que estaban mentalmente retrasados frente a la revolución.

Y lo expresó así: "La culpabilidad de muchos de nuestros intelectuales y artistas reside en su pecado original; no son auténticamente revolucionarios. Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras; pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Las probabilidades de que surjan artistas excepcionales serán tanto mayores cuanto más se haya ensanchado el campo de la cultura y la posibilidad de expresión. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles ni "becarios" que vivan al amparo del presupesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo. Es un proceso que requiere tiempo".

Esta visión de la misión del artista está enraizada con la visión totalizadora del hombre nuevo. "El hombre del Siglo 21 es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente éste es uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio, sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso al marxismo-leninismo, a la causa de la humanidad".

Y ciertamente es un aporte al pensamiento marxista esta idea del 'hombre nuevo'. Viene a ser el desarrollo actual de aquella propuesta inicial de Marx en sus Grundrisse de 1858, según la cual la alienación universal (allseitige Entäusserung) sólo podemos superarla mediante el desarrollo universal de los individuos.

Se trata, dice el Che, "de que el individuo se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad".

Concluyendo, hemos querido centrar estas reflexiones en esa parte del pensamiento guevarista que consideramos de mayor actualidad y utilidad. Sus formulaciones sobre la importancia del desarrollo pleno del individuo y de su conciencia en un proceso socialista. Queremos así rescatar, para nuestro uso actual y urgente, un pensamiento que sigue y seguirá siendo advertencia permanente para todos los revolucionarios.

Cualquiera que sea la manera de proceder que adopte cada quien para luchar por la transformación de nuestra sociedad, ha de comenzar, desde ya, por emprender por sí y en sí mismo la dura batalla necesaria para convertir su individualidad y volverse un ser con mentalidad realmente revolucionaria. Si el Ché estuviese presente, él, que toda su vida estudió intensamente, nos pedíría que nos dedicásemos profundamente al estudío, como el medio más a nuestro alcance para apoderarnos de la realidad y para desarrollar nuestra conciencia.

Unas palabras finales

No hubo un sólo pensamiento del Che que se quedara en la fase puramente intelectual; él realizó en sí mismo, en su propia persona, todos los postulados de su severa y ascética moral. Consideró que su deber era ser guerrillero, y así lo hizo y lo cumplió hasta la muerte.

Si nosotros, consideramos ahora que nuestro deber reside en otro tipo de lucha adaptado a las circunstancias históricas, así debemos hacerlo y cumplirlo.

En una ocasión, en 1964, una señora le escribió al Che, para decirle que era su pariente. El Che le contestó, con estas palabras conocidas en el mundo entero:"No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante".

En otra carta del mismo año, trazó un poético retrato de sí mismo: "un poco más avanzado que el Caos, tal vez en el primero o segundo día de la creación, tengo un mundo de ideas que chocan, se entrecruzan y, a veces, se organizan".

Así es hoy la imagen de este ser paradigmático, heroico en el tiempo, idealizado incluso hasta por sus enemigos, esos mismos que todavía portan su imagen en tatuajes, franelas deportivas, collares, bolígrafos y demás objetos de la sociedad de consumo. Ni siquiera su comercialización puede matarlo.

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Este artículo es una adaptación para el Pensamiento Bolivariano de un discurso de Ludovico Silva, grabado en 1978 en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, con ocasión del onceavo aniversario de la muerte del Ché Guevara. Con el cual demostramos que el pensamiento marxista en venezuela tiene continuidad en el proceso de las luchas revolucionarias.

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Ludovico Silva nació el 16.12.1937 y murió en Caracas el 4.12.1988.

Filósofo, poeta y profesor universitario. Lo consideramos uno de los más importantes intelectuales del siglo XX venezolano y de los principales pensadores marxistas del país.

El 1 de mayo de 1996 se estableció la Fundación Ludovico Silva, presidida por su hermano Héctor Silva Michelena, la cual tiene como objetivo la difusión de manifestaciones culturales venezolanas y latinoamericanistas, y la proyección del pensamiento y obra del filósofo y poeta.